STEVEN FORTI
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Hace unos días se publicaba en Cuarto Poder un artículo firmado por Héctor Illueca, Manolo Monereo y Julio Anguita titulado “¿Fascismo en Italia? Decreto dignidad”. Los autores se proponen analizar el llamado “Decreto dignidad”, un decreto-ley aprobado este verano por el nuevo Gobierno italiano formado por el Movimiento 5 Estrellas (M5E) y la Liga de Matteo Salvini. Lo hacen de forma rápida y superficial con el objetivo de alabar la medida, y concluyen, de forma abrupta, que no es menester hablar de fascismo en la Italia de 2018 porque, así se deduce, el “Decreto dignidad” defiende a las clases trabajadoras italianas y es un cambio de rumbo respecto a las políticas neoliberales de las últimas dos décadas.
En un primer momento, pensé que se trataba de una broma de mal gusto que le habían gastado a tres representantes importantes y apreciados de la izquierda española. Parecía un artículo escrito por algún militante de Vox. Ya saben, las fake news circulan mucho por las redes en estos tiempos. Pero no es así. El artículo es de una pobreza intelectual desconcertante, lo cual sorprende teniendo en cuenta el papel que los autores han tenido en el pasado –y que tienen también en el presente– en la izquierda española.* Vayamos pues por partes. Es evidente que se puede hablar del “Decreto dignidad”, valorarlo y juzgar qué tiene de bueno y de malo para las clases trabajadoras, los perdedores de la globalización o la población italiana en su conjunto. Sin embargo, no se puede descontextualizarlo de una forma tan chabacana.
Entender el fascismo
Empecemos pues por la pregunta que ponen los autores en el título del artículo: ¿Fascismo en Italia? Quizás se trate tan sólo de un guiño a ¿Fascismo en España?, el libro escrito por Ramiro Ledesma Ramos, uno de los fundadores de la Falange durante la Segunda República, tras su ruptura con José Antonio Primo de Rivera. Sea lo que fuere, aconsejaría a los autores del artículo dejar para los historiadores el concepto de fascismo, tan abusado en el último medio siglo que ha quedado casi vaciado de su contenido. Un poco de precisión terminológica no vendría mal. Si se quiere, hablemos de neofascismo y posfascismo o, aún mejor para entender algunas experiencias políticas de este principio de siglo XXI, de extrema o ultra derecha.
Dicho lo cual, es realmente preocupante que personas de la formación de Illueca, Monereo y Anguita nos digan que no puede haber fascismo (léase extrema derecha) en un país tan sólo porque el gobierno en cuestión apruebe un decreto-ley tímidamente crítico con las políticas laborales, sociales y económicas aplicadas en las últimas dos décadas. Mussolini también hizo algo “bueno” en la Italia de los años veinte y treinta, por así decirlo: desecó marismas para erradicar la malaria, promovió la vivienda social, edificó ciudades en páramos y con él “los trenes llegaban en hora”, como les gusta repetir a los nostálgicos del régimen. Sin embargo, hizo mucho más: instauró una dictadura autoritaria y con tintes totalitarios, utilizó la violencia contra los adversarios políticos, prohibió los partidos políticos y los sindicatos, fomentó un nacionalismo exacerbado, aprobó las leyes raciales, aplastó el movimiento obrero, favoreció a los grandes capitalistas y un largo etcétera. Permítanme así la provocación: es cómo si a finales de los años veinte, unos marxistas españoles escribieran un artículo titulado “¿Fascismo en Italia? Vivienda social para los obreros”. ¿Es repugnante tan sólo pensarlo, verdad?
Lo mismo podemos decir de la Alemania hitleriana o de otros regímenes fascistas o parafascistas de la Europa de entreguerras. Piénsese por ejemplo en el debate sobre los “supuestos” logros del franquismo para las clases populares españolas que se ha abierto este verano a partir de la decisión del gobierno socialista de sacar a los restos de Franco del Valle de los Caídos. ¿Aún pensamos que los fascismos históricos no gastaron energías –sobre todo a nivel propagandístico, pero también con medidas reales– para conquistar a las clases trabajadoras de su comunidad nacional? Si no entendemos esto –que, por cierto, ha sido explicado por un sinfín de historiadores en los últimos setenta años– no podemos comprender lo que fue el fascismo. Y cuando no se comprende un fenómeno histórico y político, no se puede combatirlo o evitar que resurja. Pero bastaría con leer las Lezioni sul fascismo de Palmiro Togliatti, escritas aún en los años treinta: “Yo los prevengo contra la tendencia a considerar la ideología fascista como algo netamente constituido, acabado, homogéneo. Nada como la ideología fascista se asemeja a un camaleón. No consideren ustedes a la ideología fascista sin ver el objetivo que el fascismo se proponía: unirse en algún determinado momento con esa determinada ideología”.
Y lo mismo vale para los proyectos reaccionarios de extrema derecha que campan ya a sus anchas en la Europa de esta segunda década del nuevo milenio. ¿Acaso Víktor Orbán no ha aplicado medidas sociales para las clases trabajadoras húngaras, mientras cerraba las fronteras a los migrantes y atacaba a los gitanos? ¿Acaso los gobiernos del PiS en Polonia no hacen lo mismo con los trabajadores polacos? Y por esto, ¿alguien se atreve, desde la izquierda, a alabar las medidas sociales aprobadas por esos gobiernos? Seamos serios, pues, y hagamos análisis que aporten algo al debate.
¿Quién gobierna en Italia?
Veamos ahora cuál es el contexto político italiano, tras las elecciones del pasado 4 de marzo y la formación del gobierno M5E-Lega a principios de junio, para poder enmarcar el llamado “Decreto dignidad”. Empecemos por explicar quiénes son los socios de esta nueva mayoría parlamentaria que gobierna el país transalpino. Por un lado, tenemos a la Liga de Matteo Salvini que ha vivido en el último lustro un rápido –y exitoso– proceso de lepenización respecto a su etapa anterior, cuando estaba liderada por su fundador Umberto Bossi. Salvini se deja fotografiar con Trump, alaba a Putin, abraza a Orbán –con quien se reunió a finales de agosto en Milán–, participa en mítines con Marine Le Pen y Geert Wilders, sella alianzas con el exconsejero de Trump, Steve Bannon, en el marco de The Movement, la nueva plataforma que éste ha creado de cara a las Europeas de la próxima primavera, cierra pactos electorales entre bambalinas con los autodefinidos “fascistas del Tercer Milenio” de Casa Pound o con Fuerza Nueva.
"QUIZÁS HACE FALTA RECORDAR QUE EN EL PARLAMENTO EUROPEO EL M5E ES MIEMBRO DEL GRUPO EUROPA DE LA LIBERTAD Y LA DEMOCRACIA DIRECTA, FORMADO POR EL UKIP BRITÁNICO, ALTERNATIVA PARA ALEMANIA O LA EXTREMA DERECHA DE LOS DEMÓCRATAS DE SUECIA"
El actual ministro del Interior ganó protagonismo mediático y votos con la que él mismo bautizó como “política de la excavadora”: una excavadora que llevaba constantemente en su camiseta con la cual quería arrasar los campos de gitanos en Italia. A esto se ha juntado un discurso xenófobo y racista contra todo extranjero, utilizando la teoría de la “gran sustitución” elaborada por la Nouvelle Droite francesa hace unas décadas: el “mundialismo” tiene una estrategia secreta para sustituir a los blancos cristianos europeos con poblaciones de otros continentes y religiones. Una vez más aparece la teoría del complot que la extrema derecha utiliza frecuentemente para convertir en sencillos los problemas complejos y, así, provocar el miedo al Otro entre la población.
Por otro lado, tenemos al Movimiento 5 Estrellas, un objeto político no identificado que se define como ni de izquierdas ni de derechas, pero que cada vez más se ha decantado por la derecha. El pacto de gobierno con la Liga es prueba fehaciente. Basta con observar la postura adoptada en los últimos años sobre la cuestión de los migrantes; el partido fundado por Beppe Grillo ha atacado a las ONGs, catalogadas como “taxistas del mar” y otras lindezas. No cabe duda de que dentro del M5E hay sectores –cada vez más apartados y aislados– progresistas o de izquierdas (destacaría el actual presidente de la Cámara de Diputados, Roberto Fico), así como entre sus electores, pero las políticas que ha promovido –también en algunas ciudades, como en Roma– no pueden definirse ni como progresistas ni de izquierdas en su conjunto. Quizás hace falta recordar que en el Parlamento Europeo el M5E es miembro del Grupo Europa de la Libertad y la Democracia Directa, formado por el UKIP británico, Alternativa para Alemania o la extrema derecha de los Demócratas de Suecia. Pero no está de más mencionar también cómo funciona el partido, que es propiedad de la Casaleggio Associati, una empresa privada que hace y deshace a su antojo y donde la tan alabada democracia directa ni está ni se la espera.
Ojo, pues, que aquí no tenemos a un gobierno formado por un partido populista de derechas y por uno de izquierdas, como algunos han querido ver ingenuamente. Los 5 Estrellas no tienen nada que ver con Podemos y esta alianza no tiene nada que ver con la de Syriza con la derecha nacionalista de ANEL en Grecia. La correlación de fuerzas es completamente diferente y ANEL no es, de todos modos, la Liga de Salvini. El italiano es un gobierno que bascula entre la derecha y la extrema derecha de tintes nacional-populistas.
¿Qué ha hecho hasta ahora el gobierno Di Maio-Salvini?
Ahora bien, ¿qué ha hecho en estos primeros tres meses de gobierno el Ejecutivo liderado formalmente por el presidente del Consejo Giuseppe Conte, pero dirigido por los dos vicepresidentes, el grillino Luigi Di Maio y el liguista Salvini? Poca cosa, por no decir nada, si somos sinceros. Ha vivido de propaganda cabalgando sobre todo el tema de los migrantes, difundiendo desde las instituciones un discurso xenófobo y racista que jamás se había visto en Italia desde el final del régimen fascista. Ni Berlusconi, Fini y Bossi en sus años dorados se habían atrevido a ir tan lejos. Se han cerrado los puertos para impedir que barcos de ONGs –como el Aquarius– y de la misma Marina italiana –como la Diciotti– pudiesen desembarcar en lugar seguro a los migrantes socorridos en el Mediterráneo. Publicar un artículo como el de Illueca, Monereo y Anguita pocos días después de los dramáticos acontecimientos de la Diciotti, cuando 177 migrantes fueron literalmente secuestrados durante una semana por el ministro del Interior, Salvini, y con el apoyo de los ministros del M5E, sin poder bajar del barco amarrado en el puerto de Catania, es sencillamente una vergüenza. Así de claro. Salvini, aunque como todo buen nacional-populista se jacta de ello, está siendo investigado por la magistratura italiana por secuestro de personas y le pueden caer hasta treinta años de cárcel.
La escuela Bannon
Sin embargo, hay mucho más que va más allá de la grosera campaña de propaganda –trufada de bulos y de fake news– llevada a cabo por Salvini y también por el M5E, sobre todo a través de las redes sociales, utilizando para más inri métodos que rozan la ilegalidad, como explicaba el ex hacker Alessandro Orlowski en una reciente entrevista que se publicó en CTXT, y llegando a los ataques coordinados en Twitter y Facebook contra los que critican al gobierno. Una técnica que utiliza el mismo ministro del Interior desde sus perfiles personales e institucionales, como en el caso de Raffaele Ariano, que había denunciado un caso de racismo en un tren de cercanías en Lombardía y al que Salvini ha atacado directamente en las redes sociales, divulgando sus datos personales y poniendo en riesgo su vida.
"NO ES BALADÍ RECORDAR LAS DECLARACIONES DEL MISMO SALVINI A FAVOR DE UN CENSO DE GITANOS, QUE LLEVARON A MANIFESTACIONES DE PROTESTAS TAMBIÉN EN ESPAÑA EL PASADO MES DE JUNIO"
Más allá del tan alabado “Decreto dignidad”, en sus primeros cien días el Gobierno ha promulgado unas circulares –contra las ocupaciones de edificios y contra los vendedores ambulantes, léase inmigrantes, en las calles y en las playas italianas– que hacen entender que el Ejecutivo italiano es la nueva puerta de entrada en Europa occidental del nacional-populismo más agresivo. No es baladí recordar las declaraciones del mismo Salvini a favor de un censo de gitanos, que llevaron a manifestaciones de protestas también en España el pasado mes de junio. O las declaraciones de otros ministros –tanto de la Liga como del M5E– contra las vacunas obligatorias o contra la teoría gender y en defensa de la familia “tradicional”. Sin contar con la expresa voluntad de aliarse con el grupo de Visegrad (Polonia, Hungría, República Checa, Eslovaquia) en todo lo que concierne a las políticas europeas, en especial el tema de los migrantes. Podría seguir recordando los muchos casos de desprecio a las instituciones mostrados por el actual gobierno o la voluntad de aplastar a los sindicatos, cuestión que a personas de izquierda como Illueca, Monereo y Anguita debería como mínimo preocupar.
¿Y cuáles son las consecuencias de todo esto? Muchas. Y todas muy preocupantes. Me centraré sólo en algunas. Por un lado, el aumento de la diferencia entre la presencia real (7%) y la percepción (25%) del número de extranjeros presentes en Italia: el país transalpino encabeza la lista de la UE (+17,4%), según un reciento estudio del Istituto Cattaneo. Sin contar que en 2018 las llegadas vía Mediterráneo han bajado notablemente respecto al trienio anterior, y no por el “cierre de los puertos” de Salvini: en los primeros ocho meses de este año han llegado alrededor de 20.000 personas, por lo que no se puede hablar ni de “invasión” ni de un problema social de primera magnitud, tal y como lo presenta el actual Gobierno. Por otro lado, los discursos y las políticas del dúo Di Maio-Salvini han provocado una ola de xenofobia y racismo, con numerosos ataques a extranjeros o refugiados por parte de ciudadanos o, en algunos casos, de una especie de escuadras neofascistas autoconstituidas que vigilan las calles, tanto que la UNHCR se ha mostrado muy preocupada. Por parte del Gobierno, evidentemente, no ha habido condena alguna, al contrario. Y los mismos grillini se han quedado callados porque tienen miedo a que Salvini suba aún más en las encuestas y convoque elecciones anticipadas. La Liga cosechó el 17% de los votos en marzo y ahora los sondeos le otorgan alrededor del 30%, mientras que el M5E caería del 32% al 28%. Salvini se ha comido en tan sólo cinco meses a los 5 Estrellas.
Con todo esto, obviar este contexto es un craso error: si se mira al árbol, no se ve el bosque. Esto es lo que han hecho –no sé si con ingenuidad o conscientemente– los autores del artículo “¿Fascismo en Italia? Decreto dignidad”. ¿Tienen en cuenta Illueca, Monereo y Anguita las propuestas económicas y sociales del gobierno italiano? ¿Saben que están elaborando una Flat Tax que anularía cualquier tipo de impuesto progresivo, favoreciendo así a los más ricos? Si lo saben, como imagino, ¿por qué no lo dicen en su artículo? O es que, en realidad, lo que han querido, aunque de una forma burda, ha sido lanzar un globo sonda para abrir un debate dentro de Podemos sobre determinadas cuestiones en línea con otros sectores de la izquierda europea que se está definiendo soberanista y chovinista, como ha explicado esta semana Nuria Alabao?
La obsesión de la UE y del euro
Pero, además, cualquier análisis serio de la situación debería tener en cuenta la pluralidad de elementos y ejes existentes. Porque en el fondo lo que nos quieren decir Illueca, Monereo y Anguita es que una política de izquierda debe centrarse en la protección de las clases trabajadoras. De acuerdo, pero se están olvidando de que los otros elementos están estrechamente interconectados: ¿está bien hacer políticas en defensa de los obreros cuando se expulsa a migrantes o se olvidan por completo las reivindicaciones feministas, por poner sólo dos ejemplos?
Todas estas cosas van de la mano, como bien han explicado Miguel Urbán y Brais Fernández en este artículo. Si esto no se entiende y no se explicita, lo único que se hace es lavarle la cara a la nueva extrema derecha y blanquear a Salvini. Además de darle la razón y allanarle el camino.
¿SE ACEPTA PUES QUE PARA “PLANTAR CARA” A LA UE SE CIERREN FRONTERAS, SE ECHE A MIGRANTES, SE ATAQUE A GITANOS Y SE DIFUNDA LA XENOFOBIA Y EL RACISMO?
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