Por Jéssica Fillol
"En España si no eres inmigrante, gay o mujer, no eres nada. Los hombres blancos heteros estamos discriminados". Oh, sí, por los dioses de Olimpo, qué dura debe ser tu vida.
Mira, no.
No, no puedes sufrir heterofobia
No, la heterofobia no existe. Nunca has estado dentro del armario y no sabes lo que es eso. No sabes lo que es ser adolescente y tener dudas sobre si tus impulsos sexuales y afectivos son correctos. No sabes lo que es estar dentro del armario y tener miedo a confesar tus preferencias sexuales. No sabes lo que es que te eviten en los vestuarios tras la clase de gimnasia porque tus compañeros creen que ser gay es querer follártelos a todos. No sabes lo que es sufrir por miedo a que la reacción de la persona de la que estás enamorado sea violenta, agresiva o despectiva si le confiesas tu amor. No sabes lo que es confesar tu inclinación sexual a tus padres y saber que les vas a dar un disgusto terrible, por muy abiertos y tolerantes que hayan sido siempre. No sabes lo que es tener miedo de pasear con tu pareja de la mano. No sabes lo que es que te echen de un lugar público por darle un beso a tu pareja. No sabes lo que es dudar sobre si llevar o no a tu pareja a una cena de empresa en la que están invitadas las parejas de los empleados. No sabes lo que es luchar contra los estereotipos que te sacan de la “normalidad” (¿ah, eres gay? Pues no se te nota nada, pareces una personanormal…).
No sabes lo que es que cuestionen si tu matrimonio es lícito o debe llamarse de otra manera, o incluso si un próximo cambio de gobierno anulará tu matrimonio y perderás parte de tus derechos. No sabes lo que es que te acusen de que por querer institucionalizar tu amor y tener exactamente los mismos derechos de cualquier otra parja vas a destruir la familia tradicional. No sabes lo que es que cuestionen tu capacidad para educar a un hijo por tus preferencias sexuales y afectivas. No sabes lo que es que todo un ministro te acuse de que tu orientación sexual pone en riesgo el futuro de la humanidad.
No tienes ni idea. Que alguna vez no te hayan dejado entrar en un bar de ambiente no puede ni compararse de lejos a la discriminación que sufre el colectivo gay. Y ya ni entro a intentar describir la discriminación del colectivo transexual, porque es que no soy ni siquiera capaz de imaginármelo.
Que tú, puntualmente, hayas podido sentirte algo apartado, ajeno o incluso excluido en un ambiente mayoritariamente gay no tiene nada que ver con discriminación heterofóbica, y sí tiene todo que ver con tu voluntad de machito blanco hetero de ser el perejil de todas las salsas. No es tu culpa: te han enseñado desde niño que eres el rey de la casa y que el mundo gira a tu alrededor, y ahora te cuesta entender que no siempre es así. Ya madurarás. O tal vez no, pero esto es lo que hay.
No, no puedes sufrir racismo antiblancos
No, el racismo antiblancos no existe. No sabes lo que es ser inmigrante en un país ajeno, sin arraigo cultural o incluso sin dominar el idioma. No sabes lo que es vivir siempre a la expectativa de que la policía decida tocarte las narices tan solo porque les parece sospechoso el color de tu piel. No sabes lo que es tener que lidiar con la animadversión de la gente que te rodea porque creen que vienes a quitarles las ayudas sociales que legítimamente les pertenecen. No sabes lo que es que tus vecinos estén en contra de que vivas allí porque creen que se degrada el barrio. No sabes lo que es que te miren con desprecio porque creen que todos los inmigrantes han venido a robar.
No sabes lo que es sentirte un paria social y que se presenten a las elecciones partidos políticos con el único fin de devolverte a tu país. No sabes lo que es salir de tu país, no tener cerca a tu familia y a tus amigos, marcharte a miles de kilómetros de distancia en busca de una vida mejor, y que te utilicen de excusa por todos los males que asolan el país. No sabes lo que es tener que oír constantemente que aquí no cabemos todos o apelativos despectivos como moro/sudaca de mierda, vete a tu país.
No sabes lo que es que te veten la entrada en sitios públicos. No sabes lo que es tener una dificultad añadida para encontrar trabajo porque “los españoles primero”. No sabes lo que es que te acusen de colapsar las urgencias médicas o que te dejen sin tarjeta sanitaria. No sabes lo que es que dirigentes políticos digan que cualquiera que pertenezca a tu raza o país de procedencia puede ser un terrorista en potencia.
No, no sabes lo que es padecer el racismo en tu propia piel. No tienes ni idea. Que tú, en algún momento puntual, hayas podido sentirte algo apartado, ajeno o incluso excluido en un ambiente mayoritariamente inmigrante o incluso hayas podido sentir la animadversión de ciertas personas no tiene nada que ver con racismo antiblancos, y sí tiene todo que ver con una reacción lógica de hartazgo ante la discriminación constante. No les pidas que encima tengan que aguantarte y ponerte buena cara después de decirles que exageran y que lo que tú sientes también es discriminación, porque lo mínimo es que te manden a la mierda.
No, no puedes sufrir hembrismo
No, el hembrismo no existe. Es así de simple. Hembrismo es la palabra que se han inventado los machistas para desacreditar las reivindicaciones feministas. No puedes ser víctima de violencia hembrista te pongas como te pongas, porque no hay un sistema de opresión organizado para “poner a los hombres en su sitio”, para limitar vuestras reivindicaciones de igualdad diciéndoos que exageráis, para violaros y maltrataros con la aquiescencia de la sociedad que solo se revela, con la boca pequeña, cuando las consecuencias de esa tolerancia devienen en un hecho dramático. Y precisamente por ese motivo tú como hombre tal vez puedas ser víctima de violencia doméstica pero nunca de violencia de género, por el mismo motivo por el que no puedes ya a tu edad ser víctima de violencia infantil.
No sabes lo que es sufrir discriminación por el mero hecho de ser mujer. No sabes lo que es ser educado en el miedo desde pequeñita. No sabes lo que es vivir con el miedo constante a ser violada cada vez que sales de casa de noche. No sabes lo que es volver a casa sujetando las llaves como un puño americano, “por si acaso”.
No sabes lo que es que te digan desde antes de que te venga la primera regla que tengas cuidado con los chicos porque solo van a lo que van, solo quieren una cosa. No sabes lo que es que repriman tu sexualidad o la quieran controlar: si follas con quien te da la gana, eres una guarra; si no follas hasta que no te sientes preparada, eres una estrecha; si primero quieres pero luego cambias de opinión, eres una calientapollas. No sabes lo que es que todo el mundo se crea con derecho a juzgar tu apariencia, constamente, y a hacerte saber opiniones que nunca has pedido. No sabes lo que es la presión constante y durante toda tu vida sobre tu aspecto físico. No sabes lo que es que el respeto que mereces varíe en función de los centímetros de piel que muestres.
No sabes lo que es que tu vida privada sea cuestionada en entrevistas de trabajo. No sabes lo que es que te descarten de puestos para los que estás perfectamente cualificada, porque estás en edad fértil y si te quedas embarazada la empresa lo considera “un problema”. No sabes lo que es tener miedo a que la empresa sepa que estás embarazada y busque subterfugios para despedirte por ello aún siendo ilegal. No sabes lo que es la presión social para tener hijos porque “se te va a pasar el arroz”, mientras que la presión laboral para que no tengas hijos por miedo al despido te dice que ni se te ocurra. No sabes lo que es ver cómo los ascensos que legítimamente te merecerías, pasan de largo y son asignados a compañeros varones porque ellos tienen una familia que mantener mientras que tú ya tienes un marido que se encarga de eso. No sabes lo que es que los hijos se consideren un handicap en tu carrera profesional (“cargas familiares“) solo si eres mujer, pero no te afecte si eres hombre. No sabes lo que es que quieran limitar tus aspiraciones profesionales porque el lugar de una mujer es su casa, cuidando de su marido y de su familia. No sabes lo que es darte de cabezazos contra el maldito techo de cristal y que no se rompa ni a martillazos.
No sabes lo que es que tu decisión de ser madre cómo y cuándo quieras se convierta en moneda de cambio de politicuchos de tres al cuarto. No sabes lo que es que lo que pase en tu útero se convierta en una cuestión moral. No sabes lo que es que un grupo de fuerzapartos tengan el poder legal de obligarte a llevar a término un embarazo no deseado o en condiciones difícilmente compatibles con la vida. No sabes lo que es que tu maternidad se conviertan en un asunto del orden del día y verte obligada a tener que dar explicaciones sobre por qué en ese momento o en esas circunstancias no deseas ser madre.
No sabes lo que es que en cualquier discusión tus argumentos sean despreciados con un “¿qué pasa, es que tienes la regla?“, o si eres firme y vehemente en tus reivindicaciones te digan que no te pongas histérica.
No sabes lo que es que te bombardeen por todos los medios con que los celos son una demostración de amor romántico, y si estos desembocan en un estallido de violencia te culpen a ti por provocarlo con tu actitud. No sabes lo que es tener que aguantar que si tu pareja te pega, “algo habrás hecho“. No sabes lo que es tener que soportar que te digan que si te violan, es porque ibas provocando. No, tradicionalmente no hemos ido al frente pero eso no significa que no hayamos ido “a la guerra”: en las guerras a las mujeres nos violan sistemáticamente como forma de humillación al bando vencido.
No sabes lo que es que te acusen de malvada, fría y calculadora tan solo por tener un coño entre las piernas. No sabes lo que es que te digan que puedes meter a un hombre en la cárcel tan solo con poner una denuncia falsa y echar dos lagrimitas ante el juez o el policía de turno, y como las mujeres somos muy teatreras podemos echarle cuento. No sabes lo que es que cientos de miles de mujeres están sufriendo maltrato, pero lo realmente importante sean unas pocas docenas de denuncias falsas. No sabes lo que es que 48 horas de libertad para un hombre sean más valiosas que la vida y la integridad física de miles de mujeres. No sabes lo que es que te culpabilicen de todas las muertes de hombres a manos de sus parejas incluso aunque sus parejas sean otros hombres. No sabes lo que es que te acusen también de los suicidios de hombres porque de alguna forma hay que aumentar artificialmente la cifra de hombres muertos en el ámbito de la pareja para intentar equiparar al horrible genocidio de mujeres que los maltratadores están cometiendo.
No sabes lo que es que te asesinen y encima te culpen por haber pedido el divorcio, darles un techo a tus hijos y que tu exmarido se haga cargo de parte de la manutención de los que también sus hijos, porque eso es “arruinarle la vida y dejarle sin nada”. No sabes lo que es que te asesinen y encima te culpen porque se te ocurrió denunciarlo y al pobre hombre le metieron 48 horas en la cárcel. No sabes lo que es que te asesinen y encima te culpen por no haberlo denunciado.
No sabes lo que es ser víctima de maltrato o de violación y que te digan que no le denuncies, que le vas a arruinar la vida. A él. Al pobre.
Que sí, que los hombres también podéis ser víctimas de violación y de maltrato, de acuerdo. En el 90% de los casos, a manos de otros hombres, y aún así queréis equipararos y ponernos a vuestro nivel de maldad.
Así que no, mira, no me vengas llorando por la discriminación que sufres tú, pobre hombre blanco, cisgénero, heterosexual, de clase media y con estudios superiores, porque me da la risa. ¿Que tú también estás discriminado por tu situación económica o por tu formación académica? Bienvenido al maravilloso mundo de la interseccionalidad.
Fuente: Blog de Jéssica Fillol
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