Henrique Mariño (Carballo)
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La gallegada se llevó ayer las manos a la cabeza y, acto seguido, al pescuezo de Almodóvar después de que el director de cine habitase la piel de un preferentista gallego, que en su imaginario no deja de ser un paleto iletrado que moja la yema del índice en tinta cada vez que tiene que estampar su nombre en un documento. “Si yo hubiera sido un hombre analfabeto gallego, que me han hecho firmar con el dedo porque no sé escribir, y me entero del asunto de las tarjetas opacas, de verdad y esto no son ideas, espero al señor Blesa o al señor Rato y les corto el gañote”, dijo durante una entrevista en la Ser.
El enfado de los aludidos, no por analfabetos sino por gallegos o preferentistas, es comprensible, aunque la gilipollez no debería sorprender cuando sale de la boca de un tío como Almodóvar, que lleva años desconectado de la realidad y cimienta sus últimas películas sobre estereotipos y caricaturas que dan vergüenza ajena. Basta el ejemplo reciente de Los amantes pasajeros, que por supuesto no invalida sus títulos para el recuerdo: lo que en su día fue transgresión ahora no tiene más pegada que un moco de guardería ni más humor que el caca, culo, pedo, pis (en su caso, paquetes, pollas, mamadas y esas cosas), como si en vez de haber sufrido una regresión a sus filmes iniciáticos se hubiese equivocado de estante y remakeado el destape de Frade.
Esos lugares comunes también los aplica el cineasta a las estafas bancarias y a las decenas de miles de afectados en Galicia, masivamente timados por su propia caja y no por una de Madrid, aunque ha habido ejemplos para todo. Almodóvar confunde Ratos con Méndez y Blesas con Gayosos antes de señalar con el dedo a las yugulares de los presuntos, ¡corten! Gañotes lejanos para afilar la guadaña, calarse la boina, dejar atrás la vaca marela, subirse al carro de bueyes y tirar para la capital a la caza del directivo black. Analfabetos no sé, Pedro, pero vistas las esquelas del periódico los gallegos seguimos siendo civilizados de carallo.
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