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¡Hala! Ya lo he dicho.
Me cuesta leer el título del post.
Me duele por dentro.
Intento convencerme para no titular así pero no puedo.
Esto es lo que quiero compartir. Lo que necesito decir en voz alta. Lo que necesito que se sepa, que se reconozca, que se le de un espacio.
Soy machista.
Ahora nadie quiere ser machista.
Yo tampoco.
Yo quiero ser feminista pero no me sale.
Leo sobre feminismo, me junto con feministas, trabajo para el feminismo y, en realidad, no soy más que una machista del montón.
Cada día me pillo en machismo varios: desde dejar que mi chico cambie la luz del freno, pasando por callarme ante un chiste sexista o dejarme convencer para rebajar el precio de mi trabajo, que total, no es tan importante…
Soy machista.
Machista cuando creo que yo cargo mejor el lavavajillas.
Machista cuando me responsabilizo de las emociones de los demás.
Machista cuando me siento en el lado del copiloto.
Machista cuando me dejo en segundo lugar.
Machista cuando permito relaciones de poder.
Machista cuando controlo todo lo que hay en la nevera.
Machista cuando creo que es el hombre el que provee.
Machista cuando gestiono las vacaciones.
Machista cuando pongo lavadoras de blanco.
Machista cuando trato a los niños de forma diferente que a las niñas.
Machista cuando exijo de las mujeres cosas que no exijo a los hombres.
Machista cuando juzgo a otras mujeres.
Machista cuando juzgo los cuerpos de otras.
Mi vida supuestamente feminista está plantada sobre los cimientos machistas que me rodean, que me he creído, que me han contado, que suceden inevitablemente un día tras otro.
Cada día que quito una piedra de estos cimientos mi vida se tambalea y me da mucho trabajo y un poco de miedo.
Me gustaría encontrar una camita blanda donde descansar. Una cama mullida, comprensiva que me diga “A mí también me pasa”, “No es fácil”, “Tomatelo con calma” así que utilizo este post para decir a mí misma:
“Poco a poco May, tienes toda la vida, descansa, para, respira, ríete de ti misma, un día tú podrás ser feminista”
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