domingo, 22 de novembro de 2015

Refugiados. La historia no empieza en nuestras playas

La diáspora siria que a Europa no le interesó. Fotorreportaje de Judith Prat.


Judith Prat*
http://www.pikaramagazine.com/

Refugiada siria de 99 años, pasea entre las tiendas del Campo Zaatari. Jordania.
Refugiada siria de 99 años, pasea entre las tiendas del Campo Zaatari. Jordania.
Ya en 2013 era difícil encontrar una pizca de esperanza en los cientos de miles de mujeres y hombres sirios que habían abandonado su país y se adentraban en la incertidumbre de convertirse en población refugiada. Tres años después del inicio de la guerra, más de tres millones de personas forzadas a abandonar su país se diseminaban en los países vecinos, especialmente en Líbano, Turquía y Jordania, en la que sin duda era ya entonces una de las más dramáticas diásporas a causa de una guerra.
Turquía con 1.900.000 personas refugiadas y Líbano con 1.100.000 (un cuarto de su población total) acogen a casi diez veces más de sirios y sirias que la Unión Europea 
Estas cifras, obscenas y abrumadoras, no han dejado de aumentar silenciosamente en las lejanas fronteras sirias que para Occidente son sus países vecinos. En la actualidad, Turquía con 1.900.000 personas refugiadas y Líbano con 1.100.000 acogen a casi diez veces más de sirios y sirias que la Unión Europea, que solo ha tramitado 348.540 peticiones de asilo.
Poco se ha hablado estos años en Europa de la situación de quienes abandonaban Siria en busca de la protección de estos países, un drama que se percibía ajeno y que no merecía ocupar las portadas de los grandes periódicos, abrir los informativos o que enviados especiales de medios de todo el mundo llegaran hasta allí en apenas unas horas.
Pero lo no contado también existe y este drama poliédrico se caracteriza por las consecuencias que está teniendo la deriva del conflicto sirio en los países vecinos, que se enfrentan a una gran carga en las economías, infraestructuras y recursos, así como en su población, que acusa desde el inicio de la guerra de Siria la precarización del mercado de trabajo por la entrada de mano de obra barata y el incremento del precio de la vivienda. La cruz de esta moneda la encarna de nuevo la población siria, que lucha con enormes dificultades para conseguir cubrir las necesidades básicas fuera de su país.
Abed Alilah Harba, responsable del asentamiento Albaraá y su familia en el interior de la tienda. Arsal, Líbano.
Abed Alilah Harba, responsable del asentamiento Albaraá y su familia en el interior de la tienda. Arsal, Líbano.
Joven sirio con su hijo en el interior de su tienda en el asentamiento informal Albaraá. Arsal, Líbano.
Joven sirio con su hijo en el interior de su tienda en el asentamiento informal Albaraá. Arsal, Líbano.
Asentamiento informal  Albaraá en Arsal, Líbano.
Asentamiento informal Albaraá en Arsal, Líbano.
La situación de los sirios y sirias en Líbano ha sido y sigue siendo extremadamente difícil. La creación de campamentos de refugiados está prohibida y la vivienda escasea o es inaccesible, así que la mayoría vive en tiendas de campaña, albergues provisionales, fábricas abandonadas, edificios derruidos, locales o garajes. Desde las colinas de Arsal y a lo largo de todo el valle de la Beca, centenares de pequeños asentamientos informales con improvisadas tiendas elaboradas con plásticos y lonas publicitarias salpican el paisaje dando una idea de la dispersión que tanto dificulta a las organizaciones internacionales prestarles la asistencia necesaria.
Desde enero, la población siria necesita de un visado de entrada a Líbano, que ha pasado también a excluir a la población extranjera de un total de 70 profesiones
Desde el pasado 5 de enero, la población siria, por primera vez en la larga historia común entre ambos países, necesita de un visado de entrada, una decisión sorprendente estando en vigor el tratado de hermandad cooperación y coordinación firmado entre Líbano y Siria en mayo de 1991. Además, se ha endurecido la aplicación de la legislación libanesa en el sentido de revocar el estatuto de refugiado a todos los que violen las leyes y condiciones para la entrada, y un total de 70 profesiones han pasado a estar reservadas a la población libanesa excluyendo a extranjeros, y por tanto a los sirios y sirias.
Algunas voces dentro del Gobierno libanés se han manifestado contrarias a estas decisiones, argumentando que es posible establecer una regulación de la entrada de población refugiada en el país sin que sea necesario el requerimiento de visado, pero lo cierto es que la aplicación de estas medidas ha tenido efectos de contención en el crecimiento del número de personas sirias en Líbano.
En Turquía tan sólo unos 218.000 sirios y sirias están en alguno de los campamentos oficiales establecidos por el Gobierno. El resto sobrevive en ciudades como Gaziantep, a escasos 50 km de Siria, sin posibilidad de obtener un permiso de trabajo que les permita ganarse la vida dignamente y habitando infraviviendas cuyos alquileres son mucho más elevados para la población siria que para los nacionales.
Entrada al campo de refugiados Zaatari, que acoge a más de 85.000 sirios y sirias. Mafraq, Jordania.
Entrada al campo de refugiados Zaatari, que acoge a más de 85.000 sirios y sirias. Mafraq, Jordania.
La población se acerca a recoger agua a los camiones cisterna que todos los días abastecen al campo Zaatari.  Jordania.
La población se acerca a recoger agua a los camiones cisterna que todos los días abastecen al campo Zaatari. Jordania.
En Jordania el panorama no es mucho más alentador. El campo de Zaatari es el mayor del país y uno de los más grandes del mundo. En abril de 2013 llegó a acoger a más de 200.000 sirios y sirias que se hacinaban en este trozo de terreno en mitad del desierto. Ahora, con 85.000 habitantes, este campo es la cuarta ciudad más grande de Jordania y en algunos momentos ha resultado ser un lugar de internamiento donde han sido retenidos para evitar “problemas de seguridad” en el resto del país.
Se están produciendo muchos matrimonios tempranos de niñas con apenas 12 o 13 años y no existe ninguna autoridad civil o judicial que lo regule
Bahia, que llegó a Zaatari en 2013 con su marido y sus dos hijos, conoce bien las dificultades de vivir en un campo de refugiados. Los vales de comida que les proporcionan no son suficientes para alimentarse, el agua escasea y deben recorrer largos trayectos para traerla a las tiendas, los baños son un foco de infecciones y enfermedades y no tienen medicinas. También pone sobre la mesa algunos de los problemas a los que deben enfrentarse las mujeres. Se están produciendo muchos matrimonios tempranos de niñas con apenas 12 o 13 años y no existe ninguna autoridad civil o judicial que lo regule. Cuando las mujeres dan a luz no saben donde inscribir a sus bebés puesto que no hay registro en el campo y se pregunta en qué situación quedan esos niños y niñas de cuya existencia no tienen constancia ni las autoridades sirias ni las jordanas.
Muchas familias han abandonado el campo en busca de mejores oportunidades pero lo cierto es que fuera de allí las cosas no mejoran demasiado. El 84% de la población siria en Jordania malvive en las principales ciudades trabajando, en el mejor de los casos, de manera ilegal por la mitad del salario de un jordano y con el consiguiente riesgo de ser detenidos por la policía y devueltos a Zaatari. Los alquileres en las zonas urbanas han incrementado su precio en un 30% desde 2012, llegando a cantidades difíciles de pagar para los propios jordanos y totalmente inaccesibles para la mayoría de los refugiados.
Niño sirio vendiendo té en un comercio del centro de Gaziantep. Turquía.
Niño sirio vendiendo té en un comercio del centro de Gaziantep. Turquía.
Niños sirios jugando entre maquinaria abandonada a las afueras de Sidon. Líbano.
Niños sirios jugando entre maquinaria abandonada a las afueras de Sidon. Líbano.
 Joven sirio   trabajando como limpiabotas en la calle en Embassy Coet, Beirut. Líbano
Joven sirio trabajando como limpiabotas en la calle en Embassy Coet, Beirut. Líbano
La situación de los niños y niñas, más del 50% de la población total refugiada, es especialmente delicada en los tres países. Según informaciones de Save the Children, la mitad tienen dificultades para ser escolarizados a causa de matrículas prohibitivas o de la necesidad de que trabajen para que sus familias puedan sobrevivir.
No nos engañemos, no es la población siria la protagonista del abrumador despliegue informativo, sino nosotros y nuestros miedos dirigidos
En definitiva, la falta de trabajo para los adultos ha facilitado la explotación laboral de los más pequeños, que se ven abocados a trabajar en la calle vendiendo té, flores, o como limpiabotas, ganando unos 5 dólares al día y expuestos a todo tipo de peligros. Difícil encrucijada, conseguir algo de dinero o mantenerse a salvo.
En definitiva, las dificultades de la población siria y sus dramas personales y colectivos vienen de lejos, vienen de Siria y después de Jordania, de Líbano o de Turquía.
Frente a esta situación, cuesta entender que sólo la llegada de población siria refugiada a Europa haya conseguido el despliegue de una cobertura mediática de tal envergadura que ha supuesto, incluso, el olvido en los medios de otros tantos conflictos abiertos en el mundo. Europa mira a Europa, y el mundo nos mira también. No nos engañemos, no es la población siria la protagonista del abrumador despliegue informativo, los protagonistas somos una vez más nosotros. Nuestros miedos dirigidos, nuestros “problemas de inmigración”, las vallas que seguimos construyendo, la nula voluntad, o en el mejor de los casos, la ineptitud para aportar soluciones, nuestra educada solidaridad que acaso sea nuestro mayor cinismo. En definitiva, la noticia es simplemente Europa.
Niños sirios juegan entre las tiendas del  asentamiento Abo Sultan Camp en Zhale, Valle de la Bekaa. Líbano.
Niños sirios juegan entre las tiendas del asentamiento Abo Sultan Camp en Zhale, Valle de la Bekaa. Líbano.
Jóvenes recogen piedras y tierra en el campo Zaatari, que venden en pueblos cercanos como material para la construcción. Jordania.
Jóvenes recogen piedras y tierra en el campo Zaatari, que venden en pueblos cercanos como material para la construcción. Jordania.
Niños siros jugando en una vieja furgoneta en el asentamiento Albaraá, Arsal. Líbano.
Niños siros jugando en una vieja furgoneta en el asentamiento Albaraá, Arsal. Líbano.
Instalación de nuevos contenedores para alojar a los refugiados que siguen llegando a Zaatari. Jordania.
Instalación de nuevos contenedores para alojar a los refugiados que siguen llegando a Zaatari. Jordania.
Boda de dos jóvenes sirios en el campo de refugiados  Zaatari, Jordania.
Boda de dos jóvenes sirios en el campo de refugiados Zaatari, Jordania.
12- Asentamiento informal en Zhale, valle de la Bekaa. Líbano.
Asentamiento informal en Zhale, valle de la Bekaa. Líbano.
Asentamiento informal de refugiados sirios en Talabya en el valle de la Bekaa, construido en el interior de un antiguo recinto deportivo municipal. Líbano.
Asentamiento informal de refugiados sirios en Talabya en el valle de la Bekaa, construido en el interior de un antiguo recinto deportivo municipal. Líbano.
Edificio abandonado a las afueras de Sidon, ocupado por 800 refugiados sirios. Líbano.
Edificio abandonado a las afueras de Sidon, ocupado por 800 refugiados sirios. Líbano.
Familia siria en la puerta del local alquilado como vivienda en Gaziantep. Turquía.
Familia siria en la puerta del local alquilado como vivienda en Gaziantep. Turquía.
Mujer siria prepara la comida en el interior del edificio abandonado que han ocupado decenas de familias sirias a las afueras de Sidón, Líbano.
Mujer siria prepara la comida en el interior del edificio abandonado que han ocupado decenas de familias sirias a las afueras de Sidón, Líbano.
Familia en el interior de su casa alquilada en el barrio Bear Hassan de Beirut. Líbano.
Familia en el interior de su casa alquilada en el barrio Bear Hassan de Beirut. Líbano.
Abu Abdoh, junto a su nieto, en la casa que han alquilado en el campo de refugiados palestinos Al BAq’a, a 25 km de Amman. Jordania.
Abu Abdoh, junto a su nieto, en la casa que han alquilado en el campo de refugiados palestinos Al BAq’a, a 25 km de Amman. Jordania.
Said Khaled, joven ingeniero sirio que ha aprendido a realizar algunas curas de urgencia, cose una herida a una niña en el distrito 5 del Campo  Zaatari, ayudado por algunos vecinos.  Jordania.
Said Khaled, joven ingeniero sirio que ha aprendido a realizar algunas curas de urgencia, cose una herida a una niña en el distrito 5 del Campo Zaatari, ayudado por algunos vecinos. Jordania.
Salem Khalil de 28 años gravemente herido en la cabeza por un barril explosivo, se recupera en el hospital Al Jazeera de Amman, acompañado por su padre.  Ha perdido la movilidad de todo su cuerpo y la memoria, no reconoce a sus familiares. Jordania.
Salem Khalil de 28 años gravemente herido en la cabeza por un barril explosivo, se recupera en el hospital Al Jazeera de Amman, acompañado por su padre. Ha perdido la movilidad de todo su cuerpo y la memoria, no reconoce a sus familiares. Jordania.
Abadala de 14 años, herido al caer un barril explosivo sobre su casa en Daraa, ha perdido una pierna y está a la espera de iniciar el proceso ortopédico en el Hospital Al Jazeera de Amman. Jordania.
Abadala de 14 años, herido al caer un barril explosivo sobre su casa en Daraa, ha perdido una pierna y está a la espera de iniciar el proceso ortopédico en el Hospital Al Jazeera de Amman. Jordania.
*Judith Prat es una fotógrafa documental interesada especialmente en temas relacionados con los derechos humanos.
www.judithprat.com
judithprat22@gmail.com

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