Por David Bollero
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“Hablamos mucho de los pacientes y es mentira”. De esta manera ha arrancado hoy su charla el doctor Julio Mayol en el I Congreso Nacional Wearables y Big Data en Salud, organizado por Com Salud. Mayol ha sido el encargado de echar un jarro de agua fría sobre los asistentes, de asestar una bofetada de realidad ante tanta bondad tecnológica: “Seamos sinceros de un puñetera vez, los wearables están bien si les podemos poner un servicio detrás que podamos vender; ni a Apple ni a Google les importa nuestra salud”.
“Los wearables”, de los que ya he hablado en alguna ocasión en kⒶosTICa, “sirven para vender más”, ha afirmado quien no puede ser tachado de ser anti-tecnología; más bien al contrario, puesto que además de ser el jefe clínico de la Unidad de Cirugía Colorrectal del Hospital Clínico de Madrid también es el director de la Unidad de Innovación de este centro. Su visión advierte de “la necesidad de cambiar nuestro modelo sanitario, orientándolo más hacia las necesidades y problemas de los pacientes, en vez de a lo que los profesionales necesitamos para dar el servicio que creemos que merece el paciente”.
Desde su punto de vista, ante nuevas realidades como el paradigma big data y loswearables, “hay que preguntarse ‘para qué’ y no ‘cómo’ porque si no, vamos a llegar muy rápido al sitio incorrecto”. Entre las aplicaciones de estos nuevos depositivos y sus sensores se encuentra la medición de constantes vitales de todo tipo. Mayol reclama una reflexión más profunda sobre el uso de estos avances, pues “estamos convirtiendo a la gente en esclavos de los datos, en obsesivos compulsivos” derivando en ocasiones hacia una excesiva medicalización de la vida. En este sentido, su colega la doctora Francisca García-Lizana, jefa de la Agencia de Evaluación de Tecnologías Sanitarias del Instituto de Salud Carlos III, llama la atención sobre el hecho de que “estamos creando tecnología para mejorar la salud pero, al mismo tiempo, también la deterioramos”. No en vano ya existen test clínicos que determinan el grado de adicción derivado de un uso excesivo del smartphone y cómo este tipo de dispositivos pueden encontrarse detrás, en parte, de algunos cuadros depresivos y otros trastornos mentales.
Mayol, incluso, se pregunta si muchos de estos wearables que se comercializan con la idea de mejorar nuestra salud realmente lo hacen. “En lugar de ayudar a contribuir a hábitos más saludables”, señala, “estamos formentado la vigorexia, midiendo cuántos kilómetros hemos corrido”, presumiendo en redes sociales de cuántas maratones hemos finalizado. José María Cepeda, responsable de la sección de Internet, Nuevas Tecnologías y Conocimiento de la Sociedad Española de Médicos de Urgencias y Emergencias (SEMES), coincide con su compañero, indicando que “aplicaciones móviles para el control de calorías pueden llegar a ser un arma de doble filo en pacientes con trastornos alimenticios como anorexia o bulimia”.
La lista de contras, tanto de los wearables como de big data ha parecido interminable en boca de Mayol. Todos esos contras, por otro lado, que nunca aparecen en los artículos que venden los últimos avances tecnológicos como, por ejemplo Google Glass, de las que la conclusión general ha sido que “tiene un gran potencial pero nadie lo ha visto todavía”… Por ahora, tiene más urgencia poder acceder a la Historia Clínica Única de los pacientes, algo que todavía es ciencia ficción en España. Así, continuando con esa lista negra de contras, Mayol se ha rendido a la evidencia: “la letra de los médicos no se entiende”… y ha hecho del defecto una virtud en su defensa del papel versus todo lo digital: “cuando algo no se entiende, se pregunta y se corrige; en cambio, con las Historias Digitales existe el riesgo de que un error se haga eterno con el copia-pega”.
La doctora García-Lizana, por su parte, también ha subrayado otros riesgos asociados al boom del big data y los wearables: “pueden ir en contra del principio de equidad pues aumentan la brecha entre ricos y pobres y, además, acrecientan la desigualdad en la atención sanitaria“. Asimismo, en esta lista de incovenientes de esta tecnificación de salud y estilo de vida muchos echarán en falta el tema de la seguridad en la transmisión de datos tan confidenciales. A fin de cuentas, Luis Arimany, director de Evolufarma, asegura que “en España hay más de 4.500 aplicaciones de salud y muy pocas cumplen con la legislación de protección de datos”, algo, por otro lado, sobre lo que la Agencia Española de Protección de Datos no tiene mucho que hacer, puesto que sus actuaciones de oficio son minoritarias y para poder ejercer sus potestades de investigación y sanción se requiere una denuncia previa.
La conclusión no es que big data y los wearables sean negativos para la Sanidad, sino que es preciso realizar una reflexión mucho más profunda de lo que suelen hacer quienes los impulsan, orientando siempre los avances tecnológicos al aporte de valor añadido para el paciente, no al profesional y, mucho menos, a la cuenta de resultados de un modelo sanitario.
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