domingo, 18 de decembro de 2011

Cuerpo y Erotismo


Por qué las preferimos rubias y altas, morenas y pequeñas, pelirrojas y delgadas y un largo etcétera de preferencias hacia el otro, le pregunté hace algunos años a mi profesor en Sexualidad humana y llegamos a la conclusión que la mente maneja sus arquetipos probablemente formados desde la infancia y se desarrolla en base a similitudes con modelos primarios que con el discurrir de la vida se van transformando algo pero sin perder su esencia.

Así que la influencia temprana de otros cuerpos sigue manteniendo su predominio y por mucho que quisiéramos  variar, inconcientemente la mente se resiste y vuelve a transitar por los mismos caminos de la preferencia personal hacia una morena de largos cabellos, senos amorosos y curvas irreverentes o a la delgada rubia de ojos azules infinitos y piel de durazno. Pero la influencia se deriva del cuerpo aunque no todo es corpóreo, también la preferencia deviene de los gestos, el perfil, el donaire al andar, o la sonrisa tímida o cómplice y otras varias. Es muy lógico que las cosas humanas se deriven desde la dura tierra y desde el sagrado cuerpo, ese templo cotidiano que hoy en día han dado en llenar de puntiagudas armas o tinturas llámense piercing, tattoos u otras yerbas.

Además del cuerpo, la expresión que le acompaña, su acompasamiento, deriva siempre en esa música llamada sensualidad o capacidad de ser sugerente, seducir, transmitir sensaciones solo desde las fibras tangibles de nuestra anatomía. El cuerpo traduce sensualidad, erotismo permanente o casi, y para ello requiere del auxilio de las hormonas y del entorno; como todo ser animal su desarrollo proviene de la interacción con el entorno. Ese entorno, llámemelos en parte cultura, se encarga de lanzar sus prodigiosas influencias a la psiquis y ayuda a transformar ese escuálido cuerpo púbera en la esbeltez y viva carne de la Donna que se nos atraviesa en la mirada y que nos pone en trance. Si esa cultura-entorno  previene al cuerpo de redondeces y privilegia lo longilineo, el cuerpo asumirá esa tendencia o viceversa a través de las practicas sociales alimenticias, de salud y otras.

Las culturas latinoamericanas tienen preferencia por la voluptuosidad, las redondeces, mientras que las culturas europeas, no todas, tienden a privilegiar la delgadez. También anoto aquí que esos privilegios de las carnes tienen un comportamiento histórico, viven su momento. Es así que hoy ante la avalancha de la vida medicalizada se tiende a la delgadez escultural porque los tiempos privilegian ese estado a través de dietas, gimnasia, footing y otros artilugios. En épocas pretéritas las voluptuosas madonas de Rubens eran el regalo de la tierra.

Así las cosas, el erotismo requiere de un cuerpo para expresarse y a la hora de la libido otra vez el cuerpo es el que dicta sus ordenes a través de los llamados ritmos autónomos o circadianos que no es otra cosa que el reloj biológico del deseo, al que le da por poner sus alarmas a determinadas horas, en determinados momentos y ante determinadas circunstancias. Así que sin querer nosotros, un olor de súbito nos hace erotizar o una simple sonrisa o una simple mirada o un simple roce; aunque esos mismos detalles en otros momentos posiblemente pasen desapercibidos porque el impulso circadiano se hubo pasado. Y entre la delgadez y la redondez se disputan el reino del deseo, siendo posiblemente otra vez el equilibrio, el punto ideal, el necesario para sintonizarse con semejante señal libido activa pues es bien sabido por sexólogos que algunos remanentes de las hormonas del deseo permanecen ocultas, agazapadas entre la grasa parda de cuerpos ansiosos que esperan su señal para empezar a entonar los cantos de Eros por el mundo. Ni muy gorda ni tan flaca. Una pizca de grasa  favorece el erotismo además.

Cuerpo y Eros serán el aliciente que nos alivie de tanta crisis y desesperanza.


O Barco de Valdeorras .18122011. 

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