Aníbal Malvar
Es nomal que se use como arma arrojadiza el tema de las siestas y letargos del presidente en funciones, pues fue él mismo quien alentó este argumento con palabras desmedidas y casi groseras: «Si hubiera aceptado las exigencias de Pablo Iglesias hoy sería presidente del Gobierno. Pero sería un presidente que no dormiría, como el 95% de los españoles, incluidos votantes de Unidas Podemos», aseveró el socialista ante el inevitable Antonio García Ferreras en La Sexta.
Aquellas palabras de Sánchez cuando era insomne se convirtieron en el paradigma dialéctico del grave problema que siempre ha padecido la izquierda, aunque con un toque derechista (hasta entonces, solo Rafael Hernando sabía lo que pensaba el 95% de los ciudadanos de este país, lo que en cierto modo le eximía de pensar por su cuenta).
Eso de la desobediencia a mí me suena muy a florido pensil, a colegios de curitas que golpean con reglas las nalgas de los púberes soñando sabe dios qué libaciones. Lo que no se explicita es a quién estará desobedeciendo Pedro Sánchez, a no ser que pensemos muy fuerte, muy fuerte, en Lambán y en Page, en plan Los hombres que miraban fijamente a las cabras. ¿A la oligarquía? ¿A la corona? ¿A las tablas de Moisés? ¿A las reglas del fuera de juego? Advertía el otro día el siempre encantador Ignacio Escolar de la propensión al lawfare (guerra jurídica) que va a enfangar esta legislatura que comienza. Y a mí no me extrañaría, viendo el tonillo inaugural, que ya no solo los partidos, sino los viejos periódicos, acaben llevando a los tribunales cada decisión social o dialogante del presidente.
Por la presunta izquierda tampoco se le ve ni muy contento, ni muy bolchevique, a El País, que exige a Sánchez, en la sesión de investidura que hoy arranca, que desvele en sede parlamentaria la supuesta agenda oculta, pactada con los indepes, que se esconde tras el documento firmado con ERC. Esto de las agendas ocultas es periodísticamente muy socorrido, pues te permite asustar al personal con insondables catástrofes y tragedias innombrables sin refrendarlas con tres fuentes.
Lo cual que la legislatura, de haberla, arranca mansa y pudorosa cual riachuelo entre las colinas antes del cambio climático y de los bombardeos de Trump. No está el tiempo para églogas.
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